domingo, 27 de marzo de 2011

Uno no elige cuando se enamora.

Alguien puede tener en su mente cómo sería su pareja ideal, sus cualidades, actitudes, aficiones... Pero una cosa es lo que se piensa, razona y desea, y otra muy distinta aquello que rige los sentimientos, aquello que algunos llaman química, atracción, feeling, destino o incluso, amor.

Una calcula cómo debería ser, qué cosas aceptaría y qué cosas no, a qué sitios irían, de qué hablarían, cómo hablarían... pero a la hora de la verdad te encuentras que la razón ha sido llevada a un segundo plano por ese sentimiento sin nombre ni forma, al que le han denominado de multitud de maneras.

Pones todo de tu parte para tener las cosas claras, llevas todo tu empeño en hacer valer tus ideas y valores, luchas por no convertirte en el prototipo y por no cumplir con los tópicos y un día, de repente, miras a quien tienes al lado y resulta ser todo lo contrario a lo que deseaste, nada que ver con lo que pediste, ni por asomo similar a lo que pudiste imaginar. Y aguantas cosas que no debieras, tratas con asuntos de los que siempre te mantuviste alejada, pegas la patada a la razón mientras dejas paso a la esperanza que viene agarrada del engaño, y cuya sombra cobra la forma del dolor. Pero esta vez dejare a un lado las metáforas e intentaré ser clara.

Siempre deseamos un ideal, y ese ideal puede resultar más o menos bueno pero es nuestro ideal, un ideal de perfección. Lo que deseas para tu felicidad. Más alto, más bajo, más rubio, más castaño, más moreno, más guapo, más extrovertido, más callado, más gracioso, más amable, más macarra, más romántico, más independiente, más cariñoso, más rico, más galán, más pasional, más deportista, más fiestero, más estudioso, más trabajador, más alocado, más vestirdor, con más personalidad... más, más y más... Y al girar sobre tu almohada te encuentras con una persona menos alta, menos rubia, menos castaño, menos morena, menos guapo, menos extrovertido, menos callado, menos hablador, menos gracioso, menos amable, menos macarra, menos romántico, menos independiente, menos cariñoso, menos rico, menos pasional, menos deportista, menos fiestera, menos estudioso, menos trabajador, menos alocado, menos vestidor, con menos personalidad... menos y menos pero que cuándo despierta, te mira y sonríe, y te hace olvidar, aunque sólo sea por un momento, esa imagen fría de perfección que remueve ese sentimiento sin nombre que te hace recordar que quizás valía más un abrazo sincero, una palabra amable, unas risas incontrolables, unos silencios llenos de palabras, una fiesta única o en definitiva, unos pequeños o grandes momentos inolvidables, que aunque por sólo fuera por un instante, valieron la pena.

Porque una no elige de quien, cómo y cuándo se enamora pero sí sabe el por qué. Porque uno no elige cuándo olvidarlo pero sí sabe cuándo debe empezar. Y finalmente, porque una no elige cuándo siente pero sí sabe cuándo se engaña.

Sí, vale la pena, cometer errores es humano, pero no conviertas en error lo que nunca lo valió.

Cuando menos piensas, sale el sol.


2 comentarios:

  1. una entrada preciosa :)
    es cierto realmente no elejimos de quien nos enamoramos nos pasamos la vida imaginando al hombre perfecto y a lo mejor nos enamoramos de alguien totalmente diferente xD
    y hay que ver la cantidad de veces que nos podemos engañar con el "ya no le quiero" cuando ni nosotros mismos nos lo creemos!
    un besazo guapaa ;)

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  2. Es verdad, por ejemplo, te puedo decir que yo misma he dicho no lo quiero, y con el paso del tiempo me doy cuenta que no lo puedo olvidar por mil errores que tenga, supongo que así es el amor, un poco doloroso.. jaja
    Un besiito :)

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Gracias por comentar ;)